Déficit y Exageraciones Fiscales
Article publicat el 1999 a la Vanguardia per Xavier Sala i Martín
Estaba no hace mucho en una tienda de Barcelona cuando, de repente, entró un atracador encapuchado. Tras apuntar a la dependienta con un rifle de cañones recortados, se llevó un total de 10.000 pesetas. Salió con el botín pero, curiosamente, no huyó hasta desaparecer sino que se metió en una cabina telefónica, se sacó la capucha, escondió la escopeta y regresó a la tienda. Esta vez no robó ni amenazó a nadie, sino que se gastó libremente las 10.000 pesetas comprando ropa. Pagó y se fue.
No tardó en aparecer la policía nacional, liderada por el famoso subinspector Ernest Lluch. Aunque la vendedora denunció un robo de 10.000 pesetas, el subinspector instó a la mujer a que no exagerara: "decir que le han robado 10.000 pesetas es erróneo y no tiene en cuenta lo mucho que ha salido ganando con la venta", argumentaba convencido. La señora, perpleja, decía: "esta mañana yo tenía 10.000 pts y, además, tenía ropa por valor de 10.000 (es decir, tenia 20.000 pts) y ahora solo tengo 10.000 en caja; la diferencia, 10.000 pts, es la cantidad que me han robado". El subinspector, conocido por su propensión a manipular la evidencia, no encontró respuesta a tan cristalino razonamiento, por lo que barruntó una frase incoherente y cerró el caso escribiendo: "es cierto que ha habido robo, pero la magnitud real es tan pequeña que no vale la pena ni denunciarlo". Abandonó la tienda enfadado, no sin antes acusar a la señora de "insolidaria" y de "nacionalista primitiva, ruda y xenófoba".
Está bien. Lo confieso. La historia que acabo de explicar es ficticia. El rifle no era de cañones recortados. No presencié ningún robo. Ni siquiera estaba en la tienda. Ni el subinspector se llamaba Lluch. Ahora bien, lo que sí es cierto es que el argumento del ficticio subinspector se utiliza con frecuencia para justificar el déficit fiscal que Catalunya mantiene con España: frases como "Catalunya se queja de sus elevadas contribuciones a España sin tener en cuenta lo mucho que ha salido ganando con el mercado español", "A Catalunya le interesa que haya déficit fiscal para que España tenga poder adquisitivo para comprar productos catalanes" o "No se puede hablar de déficit fiscal sin también hablar de la balanza comercial" están entre las más utilizadas.
Aunque estén envueltos en retórica económica que aparenta veracidad, éstos no son más que versiones del burdo razonamiento del novelesco subinspector Lluch. Veamos.
El déficit fiscal de una comunidad en relación con el gobierno central es la diferencia entre los recursos que aporta (los impuestos pagados por los ciudadanos) y los que recibe (incluyendo la parte de los gastos que solidariamente debe pagar por los bienes públicos que a todos benefician). El déficit fiscal es, pues, una transferencia unilateral: dinero que se va A CAMBIO DE NADA (a menudo, a cambio ni de las gracias).
La balanza comercial, por su parte, es la diferencia entre lo que Catalunya vende a España y lo que España vende a Catalunya. Como Catalunya vende a España más de lo que le compra, se dice que Catalunya tiene un superávit comercial. Aquí hay que señalar que cuando en consumidor español compra productos catalanes, lo hace de manera voluntaria y que intercambia su dinero por bienes o servicios que desea. El superávit comercial, pues, se financia con un movimiento de capitales de igual magnitud (déficit de balanza de capitales).
La existencia de un superávit comercial voluntario no cambia ni la dirección ni la magnitud de las pérdidas provocadas por el déficit fiscal, por lo que se debe ignorar. Es exactamente igual que lo que le pasa a la tendera: sus pérdidas son de 10.000 pts, tanto si el ladrón decide huir con el dinero, como si se lo gasta todo en la propia tienda.
Supongo que la confusión les viene a algunos por el hecho de que a los economistas nos gusta organizar los datos según la "balanza de pagos". De un modo muy resumido, las exportaciones netas de un país deben ser iguales a la suma del aumento en la cantidad de dinero (divisas en el caso de que los dos países no tengan la misma moneda), más el aumento en las cantidad de activos (la llamada balanza de capitales), más las transferencias unilaterales. En otras palabras, cuando consumidores españoles compran productos catalanes, pueden pasar tres cosas: o bien pagan con dinero (entrada de "divisas", en este caso pesetas, en Catalunya), o bien se les concede un crédito (déficit de balanza de capitales), o bien no pagan nada (transferencia unilateral, similar a un déficit fiscal). Desde un punto de vista contable, las tres cosas parecen equivalentes ya que sirven como "contrapartida" al superávit comercial. Desde un punto de vista económico, sin embargo, es muy distinto vender a cambio de dinero o de crédito que a cambio de nada. De hecho, no hay nada como un crédito para que le compren productos a uno.
Y antes de que el gran manipulador distorsione mis palabras (una vez más), me gustaría dejar muy claro que con el ejemplo imaginario no pretendo acusar a España de robar dinero. En otras ocasiones he utilizado otro ejemplo de transferencia unilateral, una donación, con el mismo resultado. De hecho, hay quien piensa que la donación es un ejemplo más apropiado si se tiene en cuenta el concepto de solidaridad: "Catalunya podría querer tener déficit fiscal porque quiere ser solidaria con España", dirían. En este caso, para que pudiera elegir libremente, sería justo que se le preguntara a cada familia catalana: ¿Quiere usted regalar una media de 600.000 pts anuales, a cambio de nada, para ser solidario con España? Que no se le intente engañar con: "entréguenos 600.000 pts anuales, y no se queje porque este dinero sirve para comprar productos catalanes por lo que aún salen ganando". Este último es un razonamiento falaz que debería desaparecer de una vez por todas del debate sobre la balanza fiscal.